sábado, 22 de febrero de 2014

ANDRO WEKUA PINTURAS QUE GRAVITAN EN EL ESCEPTICISMO Y EL CINISMO



Andro Wekua nació en la ciudad georgiana de Sokhumi en 1977. Era, por tanto, un adolescente cuando se disolvió la Unión Soviética y su país obtuvo su independencia. Pocos años después, decidió marchar a Occidente pero nunca dejó de lado sus raíces georgianas, que han sido y serán el caldo de cultivo fundamental de su trabajo. Buena parte de su obra gravita alrededor de la memoria de su infancia, un lugar ambiguo en una tierra igualmente incierta. En muchos trabajos se mezclan la frescura jovial del niño que, lleno de curiosidad, se embarca en el aprendizaje de la vida, y la oscuridad sociopolítica en una ciudad opaca y gris y un país en el que pocos -y del que pocos- sabían nada.


Escribir sobre Andro Wekua no es una tarea fácil. El artista construye múltiples instalaciones con maniquíes, esculturas abstractas, pintura figurativa, dibujo, y collage, en ambientes dispersos, pero cuidadosamente concebidas siempre abrumadoras, tanto en el alcance formal como en el contenido psicológico.  A pesar de su juventud ha realizado importantes exposiciones institucionales. Ha mostrado su obra en el Museion de Bolzano, en el Camden Arts Center o el Magasin de Grenoble, y trabaja con galerías de la talla de Gladstone Gallery en Nueva York, Peter Kilchmann en Zurich, ciudad en la que vive parte del año, y Sprüth Maegers en Berlín, donde reside la otra parte.


Es difícil clasificar a Wekua y una rápida mirada a sus trabajos nos disuade de intentarlo. Desde el collage hasta la instalación y desde la pintura hasta el vídeo o la escultura antropomorfa, su trabajo es versátil en lo formal y rico en los conceptos que lo sostienen. Porque son muchos los asuntos que toca, pero muchos también los modos de aproximarse a ellos, desde la melancolía hasta el cinismo, desde el escepticismo a lo sublime.


Hay atmósferas pictoricistas que conviven con escenas hiperrealistas. Los personajes alternan entre la apariencia de habitar de un modo preciso nuestro mundo y la de vivir por completo fuera de él. Tal es la ambivalencia del trabajo de Wekua, que también se visibiliza en el modo en que monta sus exposiciones.


La cualidad simbólica del trabajo es apabullante. Sus trabajos son figuras enigmáticas realizados a partir de vaciados de cera que no sabemos si nos atraen o nos rechazan, si nos miran o nos evitan. En uno de sus trabajos más conocidos, mezclaba imágenes abstractas, ¡con otras del funeral de su propio padre! Así pues, todo un reto para el espectador, que ha de jugar una parte activa para canalizar los excesos y también las posibles lagunas que, a buen seguro, genera Wekua en su percepción. 


Wekua sitúa su mundo visual en tierra de nadie, entre Oriente y Occidente, entre la precisión estética y la improvisación, reflejando al mismo tiempo los múltiples significados en sus imágenes, los medios de comunicación y los signos de su generación. Muchos son los elementos que aparecen en el lenguaje estético de Wekua, a lo largo de los diversos medios que emplea, siempre salpicados de momentos autobiográficos pasados. Imágenes que podrían ser fotos de familia o anuncios, conforman la base de sus collages, la mano del artista incorpora el color, atenuando los rasgos faciales, borrando la composición con incorporación de formas geométricas. La cuestión es, si lo que permanece oculto se ha perdido, o está deliberadamente oculto. Fuera de estos collages no surgen sólo imágenes recurrentes, sino también la gramática básica y fundamental del mundo visual de Wekua.

Víctor Manuel Guzmán Villena

















































































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