Las fotos de Annie Leibovitz lo han hecho ganadora del
Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2013. nació el 2 de octubre
de 1949, en Waterbury, Connecticut. Mientras estudiaba pintura en el Instituto
de Arte de San Francisco, tomó clases nocturnas de fotografía, y en 1970 empezó
a trabajar para la revista Rolling Stone. Allí se convirtió en jefe de fotografía. En 1983, se unió al personal de la revista
Vanity Fair, y en 1998, ella también comenzó a trabajar para Vogue. Además de
su labor editorial de la revista, Leibovitz creó campañas publicitarias en las
más influyentes empresas transnacionales.
Ha trabajado con muchas organizaciones de arte, como el American Ballet
Theatre, la Academia de Música de Brooklyn y el Mark Morris Dance Group, y con
Mikhail Baryshnikov. Sus libros incluyen Annie Leibovitz: Photographs (1983),
Fotografías: Annie Leibovitz 1970-1990 (1991), retratos Olímpicos (1996), Mujeres
(1999), American Music (2003), Vida de una fotógrafa: 1990-2005 (2006), y Annie
Leibovitz en el Trabajo (2008). Las exposiciones de sus imágenes han aparecido
en los museos y galerías de todo el mundo, incluyendo la National Portrait
Gallery y la Galería Corcoran, en Washington, DC, el Centro Internacional de
Fotografía, en Nueva York, el Museo de Brooklyn, el Museo Stedelijk de
Amsterdam; el Centre National de la Photographie, en París, y la National
Portrait Gallery de Londres.
Leibovitz ha sido
designado como una leyenda viva de la Biblioteca del Congreso y ha recibido de
muchos otros honores, incluyendo la Medalla del Colegio Barnard de Distinción y
el Premio infinito en Fotografía Aplicada del Centro Internacional de
Fotografía. Estaba decorado un Comandante en la Orden de las Artes y las Letras
por el gobierno francés. Vive en Nueva York con sus tres hijos, Sarah, Susan y
Samuelle.
La fotógrafa estadounidense Annie Leibovitz, es conocida
mundialmente por sus retratos de personalidades y famosos, desde escritores, políticos, artistas, pasando
por todas las grandes estrellas de Hollywood, siempre con una cuidadísima
puesta en escena. Es una de las fotografías más famosas del siglo XX, pero la
historia detrás de ella es aún más impactante. El célebre retrato de John
Lennon desnudo abrazando a Yoko Ono vestida, tomado en 1980, se tomó el último
día de vida del cantante de los Beatles. El cantante insistió en posar desnudo
pero Ono se resistió por pudor, de ahí el chocante contraste de la foto. Horas
después de tomarse esta foto, John Lennon era asesinado en el portal de su casa
de Nueva York.
Todos han trabajado con Leibovitz de alguna u otra forma.
Muchos han sido retratados por ella y otros varios han sido catapultados hacia
el estrellato, o incluso la gloria, por la mirada que esta fotógrafa ha logrado
proyectar de ellos mismos, un testimonio inédito, oculto e insospechado que en
muchas ocasiones termina por definir sus personajes.
En un mundo en el que la imagen representa una parte
creciente de la consciencia colectiva, una fracción cada vez mayor de cómo son
percibidos los días, las fotografías de Leibovitz han terminado por definir
ciertos momentos históricos a través de un punto de vista específico sobre un
personaje. De cierta forma, la grandes fotos de esta mujer han quedado como el
recuerdo más inmediato y constante de un instante; el momento no define la
imagen, sino al revés.
La fotografía es un asunto de tiempo, de paciencia, de
esperar a que las cosas caigan en su lugar dentro del cuadro (al menos lo es en
palabras de Sam Abell, fotógrafo de National Geographic, entre otras
publicaciones).
En sus años en Rolling Stone, la revista que primero acogió
a Leibovitz, ésta solía tomarse un tiempo considerable, al menos inusual para
el estándar de la industria, y así establecer una conexión con sus sujetos. Una
semana, o a veces más, con sus personajes le permitía desarrollar una cualidad
excepcional: ser invisible. Después de varios días de gira con los Rolling
Stones, de compartir drogas y trago y pasar tantas horas en bus como para darle
la vuelta a la Tierra, la cámara comenzaba a pasar desapercibida y el ruido del
obturador era un sonido más del ambiente, parte del paisaje.
En ese quiebre entre la intrusión y la familiaridad es que
suceden los momentos esperados: Keith Richards tirado en el piso inconsciente,
Mick Jagger con la mirada perdida después de un concierto; las tomas comienzan
a ser habitadas por algo más que el simple retrato, algo así como el alma de
las cosas, si acaso esto es posible.
Ese nivel de intimidad y trabajo con sus sujetos es lo que
permitió que Leibovitz estableciera un
contacto franco y directo con gente como
John Lennon y Yoko Ono, dos personas retratadas por la prensa como figuras
mediáticas, pero no tanto como una pareja en medio de un mundo cada vez más a
punto de estallar en pedazos. Yoko Ono recuerda que en las primeras imágenes
que les tomó Leibovitz sintió que en el cuadro quedó reflejado eso: un retrato
de su relación.
La muerte de John Lennon contenida en una fotografía llena
de vida. Una contradicción posible en el trabajo de Leibovitz, quien tomó la
última imagen conocida del músico apenas horas antes de que fuera asesinado:
una foto en el que Lennon abraza desnudo a Yoko Ono, una escena llena de una
fragilidad conmovedora, un cuadro que, como otras imágenes de la fotógrafa,
terminó por convertirse en un sinónimo del acontecimiento, una definición del
mismo.
Sería injusto encasillar a Leibovitz como una fotógrafa de
celebridades. Una definición un poco más amplia la situaría como una de las
grandes retratista de los últimos tiempos. No tanto porque sus imágenes
transmitan la esencia del personaje (algo que ella misma niega), sino porque el
nivel de profundidad que logra establecer con sus sujetos permite encontrar
varias dimensiones en un documento que apenas refleja un ínfimo pedazo de un
minuto, el resumen de la luz y el temperamento del retratado que, más que la
inmortalidad, aspira a una suerte de franqueza elocuente. Todo esto en apenas
un instante.
EXELENTE ,POR ALGO ,<GANO< FELICITACIONES,EXELENTEE
ResponderEliminarAMANDA