La fotografía contemplativa es un método de trabajo que intenta enseñar a observar en lugar de ver, de sincronizar la vista y la mente para descubrir la belleza de lo sencillo y apreciar todo lo que nos rodea dejando a un lado las ideas preconcebidas.
Cuando unimos una mente estable con una visión clara y un corazón abierto aparece nuestro ojo limpio, abandonamos todos los conceptos y prejuicios, y estamos completamente presentes en el momento. Es una visión inherentemente pura, sin obstrucciones y libre de interpretaciones, en la que el mundo se convierte en un despliegue mágico de percepciones vívidas.
Es posible desarrollar esta habilidad mediante la fotografía contemplativa. Este método nos permite relacionarnos con la verdad de las percepciones puras, nos enseña a observar para poder fotografiar algo desde una perspectiva visual nueva y fresca, descubriendo la riqueza visual de colores, contrastes, formas, texturas, luz, captando esa belleza artística de nuestro entorno que por lo general pasa inadvertida ante nosotros. Más allá de la técnica empleada, este tipo de fotografía pretende abrirnos los ojos para que veamos con más claridad, mostrando dentro de nuestra cotidianidad aspectos que resultan frescos y sorprendentes, y descubriendo lo extraordinario en lo ordinario.
Todo eso pasa por poder sincronizar lo que ven nuestros ojos con lo que siente nuestro corazón y lo que percibe nuestro cerebro, de tal forma que no sepamos explicar cuál de los tres ha sido el origen de la inspiración para captar una fotografía. Desde esa quietud el disparo surge completamente libre y espontáneo, firmemente afianzando en la experiencia directa. En ese instante, en el momento de la elección, no hay antes ni después, tan solo el impulso que te lleva a captar todo el universo proyectado en las hojas de un de árbol, en el brillo de un insecto o en el reflejo de una pupila.
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