Máximo Laura, maestro tejedor, es
internacionalmente reconocido como una de los más preeminentes artistas
textiles de Sudamérica. Consultor, diseñador y conferencista de Arte y diseño
textil Andino Contemporáneo. El Maestro Laura fue reconocido como " Tesoro
Humano Viviente de la Nación” por el Gobierno del Perú en el 2010.
“Cada tapiz de Máximo Laura se
encuentra impregnado de una magia ancestral evocativa de las culturas
precolombinas, tanto en sus técnicas, iconografía y colores. Sin embargo, en la
obra de Laura -- un proceso creativo basado en la investigación, el estudio de
las técnicas de tejido y sus aplicaciones -- busca ubicarse dentro del universo
de la textilería contemporánea". Lucia Trindade de Buitrón, Cónsul General del
Perú en Montreal.
“En el Perú contemporáneo, Máximo
Laura es un artista de primer orden que desafía las categorías. Su imaginación
se despliega con intensidad en la preparación de composiciones de gran ambición
formal y superlativo impulso decorativo que dan lugar a una singular
interpretación al momento de la ejecución material. Usa el telar para dar
cuerpo a estas composiciones y producir tapices de cromatismos deslumbrantes en
los que quedan conjugados la tradición de la textilería andina y la opción
experimental y lúdica del creador que actualmente desde la plástica actúa
sabiendo que el ejercicio de su libertad radica en abrir nuevas posibilidades
así como en re-plantear y re-significar lo ya familiar y conocido.
Descontada la excelencia técnica
de su trabajo, su obra es netamente una visión de autor: constituye una
poderosa afirmación de la relación entre el habitante peruano y la naturaleza
que inspira y moldea en individuos en el seno de una comunidad, aquella
sensibilidad que luego de ser trabajada y afinada de mil maneras da frutos
reconociblemente culturales. Para hacerlo este artista ayacuchano recurre a
menudo a presencias de personajes que se originan en el rico acervo de mitos
andinos y amazónicos. En sus tapices la imagen puede llegar ser sobrecogedora
por la representación del mundo y de las vidas que se agitan en él, y que son
presentadas como la mayor riqueza que contiene, trátese de una selva o del
fondo marino, de los aires o de las montañas. Su propuesta artística aporta
concretamente una actitud defensora de la vida en diferentes hábitats nuestro
país, que se viera desangrado y desgarrado profundamente hace menos de dos
décadas.
Resulta obvio que él se ha
formado, como todo creador de tejidos, en medio del trabajo colectivo que
colorea la atmósfera de un taller; en su caso, fue en la intensidad y rigor del
trabajo del taller de su padre que se hizo artífice. Es en lo referente al
horizonte plástico contemporáneo que su obra alcanza, sin embargo, que Máximo
Laura es casi enteramente autodidacta, si bien es cierto que conoció y aprendió
a concebir el tapiz como arte plástica gracias a Kela Cremaschi a inicios de
los años 80 en Lima (la gran lección aprendida de la artista argentina es la
búsqueda de la tridimensionalidad a través de texturas o relieves). No ha pasado
por una formación académica en arte, estricta y continua, y la plasticidad que
caracteriza a su obra la ha ido desarrollando a través del tiempo. Es mucho lo
que ha adquirido gracias a su gran poder de observación y su voluntad de
experimentar, al tomar como modelo el ejemplo de la obra visual de distintos
artistas plásticos contemporáneos de la actualidad.
El arte del tapiz es un arte
milenario cuyo esplendor se dio en Europa –muy aparte de los maravillosos
florecimientos en otras partes del planeta–, en paralelo al desarrollo de la
pintura mural y antes de que apareciera, hacia 1400, el óleo como medio
privilegiado del pintor. El tapiz medieval y del Renacimiento temprano fue una
de las formas más elevadas de dominio cromático, plasticidad figurativa y
maestría compositiva en la historia del arte europeo. La ambición de los
artistas tejedores influyó claramente en el desarrollo y comprensión de la
narrativa alegórica y metafórica que luego heredarían los pintores que ofrecían
su arte a palacios, iglesias y conventos de la cristiandad. A partir del siglo
XVI, al quedar ya claramente ubicado como un arte menor, su presencia e
irradiación cultural declinaría salvo por brotes súbitos y extraordinarios, que
sin embargo, no quedaron cohesionados en una tradición continua. Fue en el
siglo XX que se produjo una revaloración del tapiz, sobre todo después de la
Segunda Guerra Mundial, cuando empezaron a aparecer grandes eventos
internacionales consagrados a él.
Debemos, sin embargo, admitir que
este hilo conductor nos toca solo tangencialmente porque en la
historia de las
formas artísticas propias de lo que es hoy el territorio que llamamos Perú, el
tejido tuvo el lugar más prominente y ha permanecido así en el mundo andino.
Máximo Laura, próximo ya a
cumplir los cincuenta años, se halla en una encrucijada fascinante, entre la
tradición originaria y la postmodernidad, y de ella deriva la potencia de su
propuesta. Lo paradójico es su ubicación en el contexto de las artes visuales
en el Perú. Fuera de nuestras fronteras ha sido internacionalmente aclamado
como artista del tejido desde hace más de dos décadas. Sin embargo, en el
ámbito cultural nacional su trabajo no tiene igual difusión y por ello su obra
sigue siendo una creación artística apreciada en todo su valor principalmente
por grandes conocedores y entendidos locales.
Con Ofrendas, muestra consagrada
al arte de Máximo Laura, el Museo del Instituto Riva Agüero celebra tres
décadas desde que fuera creado, y a todas luces nos propone una oportunidad
inmejorable de aproximarnos ampliamente el arte de este importante artista
peruano. Jorge Villacorta Chávez – Perú, crítico de arte y curador
independiente de arte contemporáneo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario