La dimensión simbólica del cuerpo
es clara ya que no sólo encarna la
dimensión física, sino que necesariamente también su dimensión simbólica,
dejando que el cuerpo humano sea objeto exclusivo de la biología convirtiéndose
en un tema compartido por muchas otras disciplinas.
Partiendo desde esta perspectiva,
podemos afirmar que las personas no aprendemos solamente a través del intelecto
sino que lo hacemos también a través de todo el cuerpo. Y cuando es a través
del cuerpo, es también a través de los sentidos.
El arte es un símbolo cuyo factor
de diferenciación consiste en que simboliza sentimientos humanos. Según
Collingwood (1960) el arte es creación de formas simbólicas del sentimiento
humano. Cuando hablamos de sentimiento, hablamos también de los sentidos, pues
a través de ellos podemos hablar del sentimiento propiamente dicho; son como el
filtro que tenemos para poder llegar a producir un sentimiento. Es por ello que
ligamos el arte con el sentimiento, el arte con el sentido, el arte de los
sentidos y a través de esta actividad creativa nos hace darnos cuenta de la
utilidad de nuestros sentidos, los cuales a veces olvidamos por darles siempre
el mismo uso. El arte nos enseña a ver todo lo que se mira, y no solo eso, sino
también a sentir y escuchar a través del color y las formas.
Consideramos que si la obra de
arte es un medio para descubrir, es realmente interesante poder desarrollar
actividades ligadas a éste descubrimiento, con el cuerpo como protagonista
indiscutible.
Toda obra de arte, descubre
aspectos inhabituales, relaciones incisivas y sorprendentes, llama la atención
sobre los que se nos pasaba como desapercibido, hace más penetrante nuestra
propia mirada, nos permite, en último extremo, reinventar la significación de
nuestro mundo y la de nuestra presencia en él.
Por Víctor Manuel Guzmán Villena